Nawal El Saadawi, une vie pour tomber les tabous

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Fundación Tres Culturas, 17/03/17

Como ella misma explica en la introducción a la edición española de su novela Mujer en punto cero, con fecha de junio de 2016, a sus ochenta y cinco años Nawal El Saadawi vive sola en un pequeño piso en el barrio de Shubra en El Cairo y el único valor en su vida es “seguir escribiendo, seguir rompiendo tabúes y seguir abriendo camino a las mentes asediadas por el miedo al infierno de Dios y a la cárcel del presidente”. A la aparición de la traducción en español de esta obra, que se publicó por primera vez en árabe en el año 1975 y que ha sido traducida a 22 idiomas, ha venido a sumarse, también a comienzos de este año, una nueva edición española, actualizada y ampliada, de La cara oculta de Eva. La mujer en los países árabes, considerada un clásico de la literatura árabe moderna y publicada originalmente en inglés en 1977.

La lucha contra la opresión de la mujer y, especialmente, el intento de organización activa de las  mujeres en ese empeño, le ha valido a El Saadawi tanto el reconocimiento internacional, como el hostigamiento continuo de las autoridades egipcias a lo largo de su vida. Nacida en Egipto en 1931, esta psiquiatra, escritora y activista de los derechos de la mujer, se ha enfrentado a despidos injustos –fue expulsada de su puesto de directora del Departamento de Educación para la Salud del Ministerio de Salud Pública-, censuras arbitrarias –como la clausura de la Asociación de la Educación para la Salud y la revista adscrita a ella, de la que era directora editorial-, a numerosos juicios y causas pendientes –como la que amenazó con retirarle la nacionalidad por su obra de teatro Dios presenta su dimisión en la reunión de la cumbre-, e incluso a la cárcel –ingresó en prisión unos meses durante el gobierno de Anwar al-Sadat- y al exilio –tras las presiones políticas y las amenazas islamistas contra ella y su familia-.  El Saadawi ha sido profesora en prestigiosas universidades internacionales, ha trabajado como asesora de la ONU y entre sus numerosas condecoraciones destaca el North-South Prize del Consejo de Europa, que le fue otorgado en 2004.

De la vigencia de las circunstancias denunciadas por El Saadawi en sus obras –como en las dos que aquí se reseñan, aunque fueran publicadas en los años 70- da testimonio el hecho de que algunas de las mismas se encuentren aún prohibidas en su país natal, aunque, según aclara la propia autora, las nuevas tecnologías han permitido que muchos jóvenes puedan acercarse a sus escritos, porque  “La ciencia ha declarado su victoria sobre los mitos que ocupaban las mentes (…)”.  Así, en la introducción a la nueva versión española de La cara oculta de Eva (Kailas, 2017), El Saadawi explica cómo en el año 2016 se siguen llevando a cabo prácticas como la ablación, a pesar de que la ley egipcia de 2008 prohíbe la mutilación genital femenina y cita datos recientes de la ONU, que sitúa el número de mujeres que ha sufrido la ablación cercano a los doscientos millones en todo el mundo, con Egipto a la cabeza de esta lista, con un 25% de ese total. Otros usos tales como la dificultad de las mujeres para obtener el divorcio o la posibilidad de los hombres de contraer matrimonio con cuatro esposas siguen estando igualmente a la orden del día en el país. La autora dedica incluso un epígrafe a ‘Las esclavas del siglo XXI’, en el que lamenta cómo muchas jóvenes hoy sólo aspiran a casarse con un buen marido, ante la imposibilidad de encontrar trabajo, al tiempo que en un 30% de los hogares egipcios la mujer es la que trae el sueldo a la casa mediante ocupaciones precarias, mientras sus maridos están en el paro. Así, “La mayoría de los pobres son las mujeres asalariadas que alimentan a su familia y a sus hijos bajo el poder despótico del marido, privadas de una organización política que defienda sus intereses”.

En el prólogo, El Saadawi incluye un artículo de mayo de 2016, que las autoridades egipcias le prohibieron publicar en un periódico y que finalmente la autora consiguió filtrar a algunos portales de internet. Bajo el título de ‘¿Es atea la niña?’, El Saadawi debate sobre el derecho a desarrollar nuestro propio concepto individual de dios, sin que por ello se nos califique de ateos y sobre el papel de la religión como herramienta de las fuerzas políticas gobernantes para “dominar las mentes del pueblo y dividirlo en confesiones religiosas”.

La cara oculta de Eva, que apareció por primera vez en español en 1991 con el nombre de La cara desnuda de la mujer árabe, recoge las experiencias e investigaciones de la autora, que ejerció como médico y psiquiatra en zonas urbanas y rurales a lo largo de varios años. Se trata de un retrato crudo y descarnado sobre el origen, la evolución y las consecuencias de la discriminación de la mujer en el mundo y, específicamente, en los países árabes, que tuvo un gran impacto cuando se publicó y que incluso hoy en día nos resulta estremecedor. En la primera parte de la obra, ‘La mitad mutilada’, se examinan las consecuencias físicas y psicológicas de la ablación, que la propia El Saadawi, pese a proceder de una familia culta y acomodada, sufrió durante su infancia, al ser una práctica bastante extendida en la sociedad en esa época, independientemente de la clase social. Tras esa experiencia traumática y después de reflexionar sobre el trato discriminatorio otorgado a las niñas, El Saadawi decide dedicar su vida profesional a “desenmascarar la hipocresía de la sociedad en que vivimos; una sociedad que predica la virtud y la moral, pero no las pone en práctica”. La prueba más evidente de esto último es el abuso frecuente a las niñas e, incluso, la violación, por parte de familiares, vecinos o maestros, ante la represión sexual impuesta como norma a una sociedad himencéntrica, más preocupada por el hipotético honor que por la justicia y la verdad. La autora repasa aspectos como el origen preislámico de la práctica de la ablación, el matrimonio y el divorcio en las sociedades islámicas o el control de la natalidad, el aborto y la fertilidad.

La segunda y tercera partes de esta obra tratan sobre el papel de la mujer desde los primeros tiempos de la civilización del antiguo Egipto, cuando existía un sistema matrilineal en el que los hijos llevaban el apellido de sus madres, heredaban las hijas mayores y coexistían diosas y dioses. El objetivo de este repaso histórico, incluyendo la visión de la mujer en la literatura árabe, es comprender la situación de la mujer en la sociedad árabo-islámica contemporánea. El Saadawi hace uso de las teorías del materialismo cultural del antropólogo Marvin Harris para explicar cómo la acumulación de excedente llevó al desarrollo de la propiedad privada y a la consiguiente erosión de la condición y situación de las mujeres. En la base de esta involución se encontraría, pues, la implantación de la familia patriarcal, la propiedad de la tierra y la división de clases. Es necesario, por tanto, tener en cuenta esta relación entre la infraestructura económica y social y la posición de la mujer para explicar la involución de su papel hasta convertirse en un mero apéndice –la costilla de Adán-, según recogió el judaísmo y, posteriormente,  el resto de religiones monoteístas, así como su asociación con el pecado y el pecado con el sexo. El cristianismo cimenta la noción negativa de la mujer, que ahora es cuerpo/sexo, en contraposición con la idea del hombre, creado a imagen y semejanza de dios. Con el patriarcado aparece la prostitución y las relaciones extramatrimoniales y con éstas, el concepto de hijos ilegítimos. Para El Saadawi, la poligamia atribuida históricamente a los árabes y musulmanes ha existido en todas las sociedades, siendo éstos más directos en cuanto a su implantación legal, en vez de a su negación, como ocurrió en otras culturas y religiones. El islam fortaleció pues la poligamia que “respondía a la necesidad de aquella sociedad: las continuas luchas tribales y la cantidad de muertos que provocaban, la necesidad de construir el nuevo orden islámico y el gran número de prisioneras de guerra y de esclavas”, pero no introdujo ninguna novedad respecto al orden establecido en las sociedades preislámicas, aunque sí supuso una mejora en las condiciones de vida de los esclavos y esclavas. Según El Saadawi, la ocultación de las mujeres y la práctica de apartarlas de la vida pública, que se extendieron en una etapa posterior al nacimiento del islam, se basan en la premisa de que la mujer “es fuerte y no débil, activa y no pasiva, capaz de destruir y difícil de ser destruida; y si hay alguien que necesita protección, es precisamente el hombre”.

La última parte de La cara oculta de Eva, ‘El punto de ruptura’, se centra en los logros en el terreno de la liberación de la mujer, repasando las contribuciones de los precursores de ésta y las obras destacadas sobre el tema, así como los obstáculos que se han interpuesto a la misma hasta el día de hoy. Como otras feministas de su entorno geográfico y cultural, entre las que cabe destacar la que fuera referente en la lucha por los derechos de la mujer en el mundo árabe, la marroquí Fátima Mernissi, El Saadawi realiza un ejercicio de exégesis del Corán y los dichos del profeta en busca de argumentos que apoyen la igualdad de las mujeres. Es importante destacar que para El Saadawi la opresión de la mujer no depende de la religión que se practique en su entorno, sino del sistema patriarcal y de clases en el que vivimos y, en definitiva, del capitalismo y el neoliberalismo actual, aunque la religión es utilizada por los poderes políticos para perpetuar dicha opresión. Para esta defensora del socialismo, cuyos principios afloran a lo largo de esta obra, la conclusión es evidente: “En los países árabes, en Occidente y en el Lejano Oriente, la verdadera liberación de la mujer pasa por la total abolición de la sociedad de clases, de la explotación y del sistema patriarcal”. La emancipación, por tanto, sólo será posible mediante la lucha organizada de las mujeres en una fuerza política que defienda sus intereses.

Con Mujer en punto cero (Capitán Swing, 2017), Nawal El Saadawi viene a ilustrar con un ejemplo específico algunas de las circunstancias que condicionan la vida de las mujeres en el mundo árabe y que se recogen en la obra anterior, utilizando como herramienta la ficción, aunque basándose en una historia real. La autora se sirve de nuevo de su experiencia como psiquiatra para escribir esta novela, que surgió mientras realizaba una investigación sobre la neurosis femenina, labor a la que se dedicó tras haber perdido su empleo en el Ministerio de Sanidad. Su trabajo de campo la lleva a conocer a Fardaous, nombre ficticio de la protagonista de la obra, reclusa en una cárcel de mujeres al norte de El Cairo. Condenada a la horca por el asesinato de un proxeneta, Fardaous accede a hablar con El Saadawi el día antes de su muerte. La entrevista toma la forma de un relato en primera persona en el que la protagonista relata las circunstancias que la han llevado hasta su situación actual. Con mezcla de aprensión y espanto seguimos los hitos en la vida de esta niña huérfana, encarnación involuntaria de tantos cientos de miles o millones en todo el mundo, desde el Egipto de los años 70 que se refleja en la obra a las menores no acompañadas de los campamentos de refugiados de la actualidad.

Tras la muerte de sus padres, Fardaous se traslada a El Cairo a casa de su tío donde es víctima de los primeros abusos. Dotada para los estudios, se ve obligada a abandonar la escuela de internas donde su tío la había matriculado para vivir con éste y con su esposa como sirvienta. Tras su boda concertada con un anciano bien situado y avaro que la maltrata, Fardaous decide escapar a su destino, comenzando un periplo que le mostrará la inevitabilidad de un sino maldito cuando la sociedad no dispone de un sitio digno en el que acogerte desde que viniste al mundo con el sexo equivocado.

Tras varios años de abusos y maltratos, incluyendo un empleo en una gran empresa en la que sólo es posible ascender ofreciendo favores sexuales a los jefes, la protagonista encuentra refugio en la prostitución, al comprender que aunque la vida de una mujer siempre es desdichada, la de la prostituta es “un poquitín mejor”, puesto que “para proteger el honor se necesitan grandes sumas de dinero, pero no es posible obtener tanto dinero sin perder el honor”.

Mujer en punto cero se convierte así en un canto nihilista, una huída hacia adelante del que nada espera de la vida, hasta el extremo de que la protagonista rechaza la posibilidad de escribir una carta de apelación al presidente para que le conmute la pena de muerte por cadena perpetua, tras el asesinato del proxeneta que le hacía la existencia imposible:

“Nada espero.

Nada deseo.

Nada temo.

Soy libre.

Lo que nos esclaviza durante la vida son nuestros deseos, nuestras esperanzas, nuestros miedos”.

Para entender el carácter revolucionario de esta obra y su potencial impacto –así como la extraordinaria valentía de su autora, para la que Fardaous “a pesar de prostituirse tenía más honor que los profetas y los santos”- hay que tener en cuenta que ninguna editorial de Egipto aceptó su publicación, editándose finalmente en Beirut, en esos momentos refugio de escritores censurados en toda la región.

Dejando a un lado los discutibles méritos literarios de su obra, no cabe duda del carácter pionero del trabajo científico y editorial de Nawal El Saadawi, así como de la integridad y el coraje de una mujer que ha arriesgado su carrera profesional e, incluso, su vida, por denunciar las injusticias a las que se enfrentan las mujeres, en general, y en los países árabo-islámicos en particular, y reivindicar la necesidad de combatirlas. Según cuenta la autora, en los meses que precedieron a las revueltas populares contra el anterior presidente egipcio Hosni Mubarak en febrero de 2011 y hasta la actualidad, su casa se ha convertido en el “Lugar de Encuentro Nawal El Saadawi”, sitio de reuniones de jóvenes y centro de debates literarios e ideológicos, demostrando una vez más que ni la censura ni las represalias, ni mucho menos el paso de los años, pueden acabar con su inquebrantable lucha contra la opresión.

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